12 de julio de 2006. Vigo
Isaac Al-Dani Pérez Triviño (nacido en España hacía 27 años) y Julio Anderson (nacido en Brasil hacía 32 años) fueron encontrados en su casa de Vigo atados, degollados, apuñalados y quemados. El autor confeso del crimen había estado con ellos de fiesta desde la noche anterior, y una vez en el domicilio de las víctimas, las asesinó a puñaladas. Una vez cometido el crimen, Jacobo permaneció en la vivienda hasta las nueve de la mañana buscando algo con que prender fuego. Se duchó, cerró las ventanas, abrió el gas, plantó cinco focos, [dos de ellos encima de los cadáveres] y se fue. No sin antes llevarse en una maleta todo lo que encontró de valor. Para el Fiscal y la acusación particular, todo fue «pensado y calculado fríamente» con el propósito «de hacer creer que sus víctimas habían sido objeto de un robo violento».
Una conducta que, según la Fiscalía, no puede tener justificación en la legítima defensa porque «Jacobo estuvo varias horas en el piso tras el crimen y causó intencionadamente un incendio para borrar los indicios de lo que había hecho con un comportamiento despiadado». Para la defensa, en cambio, actuó movido por «un miedo insuperable a ser asesinado y violado, víctima del pánico, fuera de sí dado el estado de intoxicación en el que se encontraba».
El jurado popular absolvió en 2009 al acusado de los delitos de asesinato, ya que consideró el «miedo insuperable» y la «legítima defensa» que manifestó la defensa. El Tribunal Supremo ordenó repetir el juicio en 2010, y esta vez si fue condenado por el asesinato de Isaac y Julio. El juez reprochó el «ánimo particularmente perverso» del autor de estas muertes. En lo que respecta al asesinato de Julio, la sentencia señala: «estamos ante todo un lujo de barbarie, ante una escalofriante, inhumana y atroz agresión, merecedora pues de la máxima sanción». En el caso de Isaac, utilizó los mismos calificativos, añadiendo que la «descomunal agresión» no se detuvo con las primeras puñaladas, sino que continuó posteriormente, cuando Isaac «ya no representaba un peligro real».